Esto que escribo
hoy es algo muy mío, muy personal. Es un pedacito de mí que pude ver hoy
gracias a que por una parte necesite y quise verlo, y por otra a la compañía de
un buen amigo y maravilloso escucha que humildemente acepto mi petición de
ayuda. Esto habla únicamente de mi y decidí publicarlo en mi diario de madre
profesional porque bueno… es mi diario y si no puedo escribir en el sobre mi, ¿entonces
donde? Les pido que me lean con amor y si por algún azar de la vida les sirve
mi experiencia de algo, me alegraría.
Todo empezó con un
episodio reciente que reavivo en mi una furia que muy bien conozco. Un episodio
entre mi mama y yo en el que lo que yo sentí una vez mas fue la rabia que me producía
el no recibir de ella algo que por alguna razón yo creía que ella debía darme,
que yo deseaba y necesitaba recibir de ella en ese momento y que me sentía en
todo mi derecho de exigir, y que ella se negó a darme.
Tras compartir mi
relato me di cuenta de que generalmente, cuando necesito algo, por alguna razón
yo exijo que el otro lo note o lo sepa sin que yo lo diga y por ende decido no pedir.
Creo que es algo que hago con mucha frecuencia. Y pude ver que lo que me enfureció -en aquel episodio específicamente-
fue que como nunca pido nada ni a mi
mama, sino que aguanto y aguanto y aguanto haciéndolo todo sola mientras espero
que al otro le caiga la locha de lo que yo necesito, dado que en esa
oportunidad si pedí, el hecho de que no me fuera concedido fue como el colmo de
los colmos.
De pronto me vi
como una niña, llorando de brazos cruzados, profundamente herida y triste y
encerrada en si porque se había quedado sola otra vez. Tantas veces me he
sentido sola… tantas, tantas que cuando las empiezo a contar ya pierdo la
cuenta. Tantas veces la he culpado a ella por sentirme sola, y he culpado a
otros también: a mi esposo por ejemplo. Siempre esperando que me ayuden, que estén
donde yo los necesito, que hagan lo que yo necesito que hagan por mi… siempre
esperando.
Sigo recordando, habitando esta
tristeza de sentir que me dejan sola, de sentir que me quede esperando y me doy
cuenta de que he resentido lo mismo hasta de algunos buenos amigos, quizá de
los mejores. No quiero tratar de explicarlo porque al fin se que de nada me
sirve. ¡Aleluya!. Por el contrario las explicaciones me comen el coco (me
vuelven loca) y me dejan en el mismo sitio donde comencé.
Y finalmente caigo en cuenta de
que nunca pedí nada. Tantas veces esperando sin haber pedido. Tantas veces
resintiendo algo de otro a quien ni siquiera le pedí, y a la vez castigándome con
un dolor y una tristeza muy grandes de sentir que no contaba con esas personas;
que no estaban ahí para mi. Y veo ahora como esto se constituía luego en un
circulo vicioso en el cual lo que continuaba era resignarme a tener la madre
que tengo, luego el esposo que elegí y los amigos que elegí. Resignarme… solo
resignarme.
Y me pregunto: ¿que es lo que siempre
me quedaba esperando yo?, ¿cariño?, ¿compañía?, ¿atención?, ¿tiempo?, ¿ayuda?...
y sigo preguntándome: ¿me dejaban sola?... ¿por que me exijo poder hacerlo
sola?
¡Dios mío que culebrón!
Dicho esto, quiero dar ¡gracias
porque haya llegado este momento!, ¡bendita sea la luz!, ¡bendita la oscuridad también!
porque sin la una no existiría la otra. ¡Benditas sean las preguntas!, hoy
siento que he dado un paso liberador en todo el sentido de la palabra. Hasta aquí
fui la que soy sin darme cuenta; al menos en lo que a esta cuestión respecta.
Quiero pedir disculpas a mi
madre por haberla rechazado sin darme cuenta, por juzgarla y exigirle cosas sin
considerarla y sin pedírselas si quiera; y sobre todo por no haberla aceptado
sinceramente como es. No soy nadie yo para decirle como debe ser una madre
cuando ni yo misma lo se. Me corresponde reconocer además que mi madre ha sido
demasiado buena madre para darme lo que yo necesitaba sin saber exactamente lo
que eso era. Lo demás –a estas alturas- ya no se si llamarlo capricho. Te amo
madre. Gracias por haber sido la chispa que iluminara este aprendizaje en mí.
Quiero también pedir disculpas a
mi esposo por pretender tantas veces que fuera un genio adivino de lo que yo
necesitaba o quería. Igualmente lo digo: ha sido tan maravilloso que sin yo
haber pedido nada me lo ha dado todo. ¡Gracias Javier, te amo!.
A mis amigas, quizá ni se lo
imaginan, quizá si, no lo se. A ellas también decirles q lo siento. Y un último
lo siento para mi misma por no haberme dado la atención, el tiempo, el cariño,
la ayuda ni la compañía que necesitaba. Hoy acepto mi suficiencia y la compañía
de todos los que me quieren, y reconozco que “ser suficiente” no significa que
debo hacerlo sola.
GRACIAS.
Bellas palabras!!!
ResponderEliminarTodo mi Amor a dos madres maravillosas: Sandra y Marlyn